“El Amor de los Tomates”
Era una noche fría de invierno, en una gran bodega que almacenaba semillas, se encontraban hombres trabajando el ambiente se llenaba con fuertes ruidos de las máquinas que recolectaban toneladas de semillas de verduras y frutas, barras mecánicas las transportaban, separaban, las rociaban con fertilizante, deshidratadas las empaquetan en pequeños paquetes para su venta.
Dos semillas se aferraban una a la otra, no querían separarse estaban desconcertadas no sabían qué pasaba, se amaban intensamente, ellas crecieron juntas en un frondoso tomate en donde se enamoraron, ahora compartían el miedo de ser separadas.
Ya no hubo más sonidos, afortunadamente, las dos quedaron dentro del mismo paquete juntas, parecía como si estuvieran abrazadas.
Los trabajadores vestidos con overoles grises ponían los paquetes de semillas, en cajas.
Así pasaron algunos meses en total silencio y obscuridad.
De pronto unos fuertes movimientos las despertaron de su aletargado sueño.
Era tiempo para la siembra, unas manos campesinas abrieron el paquete y el aire entró en renovando su energía, al salir contemplaron el panorama, eran muchas hectáreas de tierra labrada y bañadas por los rayos del sol.
“Llegamos a nuestra casa” dijeron alegres.
Entonces, un hombre las separo para enterrarlas, quedaron sembradas en la tierra a solo un metro de distancia.
La angustia se apoderó de nuevo de ellas pero su amor les dio más fuerza para continuar hacia un destino nuevo y desconocido.
A los pocos días empezó a brotar de cada una de ellas su nueva vida, se formó el tallo emergiendo de la tierra, buscando la luz del sol.
Las enamoradas semillas se vieron, entonces extendieron sus ramas con verdes y tiernas hojas, intentando abrazarse, por fin lo lograron, sus ramas se enredaron fuertemente y su amor las hizo florecer, a los pocos días fueron cayendo blancos pétalos dando paso a su fruto, se transformaron en hermosos Tomates, allí anidaron su alma .
El sol cubrió su verde piel dándoles el color rojo, el color del amor.
Crecieron felices pero llegó el tiempo de la cosecha, un campesino los cortó, para ponerlos en diferentes canastas y llevarlos al contenedor de un gran trailer.
Otra vez la tristeza se apoderó de ellos, con gritos, sin sonido, se llamaban pero ya no se escuchaban, solo sentían como eran transportados.
La madera de las cajas se humedecían con sus lágrimas, iban apretados con otros tomates que trataban en vano de consolarlos.
El silencio se rompió cuando las cajas se abrieron en un frío almacén de una gran ciudad.
Lo primero que vieron fue la luz artificial en la helada bodega de un moderno supermercado.
Una mujer tomó varias cajas de diferentes verduras para llevarlas a exhibir en los estantes del supermercado, los tomates vieron a sus compañeros quedarse en otras cajas dentro del almacén. De alguna manera sabían que era la despedida.
La mujer, antes de ponerlas en el lugar, las frotaba con un paño, parecía que limpiaba sus lágrimas. Primero les rociaba aceite, para que se vieran más bonitos al exponerlos a la venta, los brillantes tomates estaban nerviosos, quedaron un poco separados pero su amor los hizo rodar para hasta estar juntos.
Dieron gracias al cielo por quedar en el mismo lugar.
Así, pasaron dos largos días, fue entonces cuando una niña que ayudaba a su madre en las compras de vegetales para su restaurante, cantando alegremente se acercó a ellos, los observo y eligió algunos, sin saber el dolor que causaba los separó, puso sólo a uno de ellos en una canasta, los tomates volvieron a sufrir.
La madre de la niña vio la canasta y le dijo: “Hija, necesitamos más tomates”
La niña regresó al departamento de verduras y tomó varios más, el tomate enamorado gritaba “Yo, yo, por favor llévame contigo”
Pero su voz no emitía ningún sonido.
Su amor lo hizo brillar intensamente y con eso llamó la atención de la niña que sonriendo lo tomó.
Otra vez estaban juntos, amándose con el amor más puro.
Así, llegaron a la cocina del restaurante, el chef puso a uno de ellos en la licuadora ante la mirada atónita del otro tomate quien quería morir de dolor, tanto que no le importo como un afilado cuchillo lo cortaba en rodajas.
En una de las mesas del restaurante una chica solitaria y triste, eligió del menú una sopa de tomate, la humeante sopa estaba deliciosa, en cada cucharada que comía sentía como su ánimo crecía, un color rosado emergió de sus pálidas mejillas.
Sentado en otra mesa, leyendo un viejo libro, estaba un hombre pensativo, quien con voz pausada, ordenó una hamburguesa, no tenía hambre, la soledad había sido su único alimento en los últimos días, pero ahora necesitaba comer algo.
El hombre, sin ganas, dio una mordida a la hamburguesa, pero cuando la probó se sorprendió, un cálido calor lo abrazo por dentro, sintió como si de pronto renaciera, una extraña alegría de súbito lo invadió.
Le preguntó a la mesera; “Que tiene esta hamburguesa? Es sensacional! “
“Tiene amor!” Ella contestó sonriente, sin imaginar lo que sucedía.
Las miradas de el hombre y la mujer se cruzaron. Nunca se habían visto, pero ahora sentían que se habían vuelto a encontrar.
Un torrente de pasión inundó sus cuerpos, el amor llenó sus corazones, la alegría iluminó sus vidas.
Al salir del restaurante, sin decir una palabra, se tomaron de las manos y caminaron juntos felizmente hacia su nuevo destino, iniciando su nueva vida, compartiendo el amor.
La esencia del amor jamás muere
El amor brota en cada momento, en cada lugar.
El amor de los tomates.
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